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Como controlar la ira

Como controlar la ira

La ira es una emoción normal y útil, por tanto, podemos decir que no es ni positiva ni negativa en sí misma. Como
cualquier otra emoción, nos indica que una situación es molesta, injusta o amenazante. El problema aparece cuando
nuestra reacción a la ira es explotar. Es normal que sintamos rabia cuando nos han tratado mal o somos víctimas de una
injusticia, pero cuando explotamos hacemos daño a los demás y a nosotros mismos.

Los problemas de expresión de la ira surgen normalmente de lo que aprendemos cuando somos niños. Si en nuestra
infancia vemos que gritar, golpear o tirar objetos es algo común en nuestra familia, podremos llegar a pensar que así
es como se debe expresar la rabia. Además, los eventos traumáticos y los altos niveles de estrés pueden hacernos más
susceptibles a cometer agresiones.

Todos los seres humanos experimentan alguna frustración cada día. Es natural que los obstáculos interfieran en
nuestros planes y objetivos. No obstante, no es la presencia de la frustración lo que nos trastorna, sino nuestra
actitud ante ella.

Según Albert Ellis (TREC) el principal lugar de formación de la rabia es el presente a través de nuestras creencias
rígidas e injustas, y es ahí donde hay que poner especial atención.
No importa tanto como hayamos adquirido nuestras creencias irracionales. Si las mantenemos vivas es porque nosotros
nos las vamos repitiendo. De esta forma se refuerzan y seguimos actuando del mismo modo ante ella. También las
mantenemos por qué no queremos cambiarlas o reconducirlas.

El principal motivo por el que siguen dentro de nuestra mente y nos causan ira es porque seguimos utilizando las
mismas estrategias que potencian esa ira. Por ejemplo: Aunque parezca que nuestra ira persiste de manera natural
cuando odiamos a alguien, en el fondo se mantiene viva por qué seguimos pensando que esta persona no debería haberse
comportado tan mal bajo ningún concepto, e incluso pensamos que se trata de una mala persona.

Te contamos cómo controlar la ira
A veces podemos llegar a pensar que desahogarnos, gritar y enfurecernos es saludable, que nuestra ira está justificada
o que necesitamos mostrarnos agresivos para ganarnos el respeto. Pero nada más alejado de la realidad. La ira crónica
daña nuestras relaciones, sesga nuestro juicio y obstaculiza el camino hacia nuestros objetivos y, sobre todo, impacta
negativamente en la forma en que nos ven los demás.

Cuando se piensa sobre cómo controlar la ira, mucha gente cree que su gestión consiste en aprender formas de reprimir
esta emoción. Sin embargo, sentir rabias es normal y saldrá a la luz sin importar cuánto intentes aplacarla. Por
tanto, el objetivo de la gestión de la rabia no es reprimir los sentimientos, sino comprender el pensamiento que está
detrás de esta emoción y expresarlo de manera saludable sin perder el control.

Detectar las señales de advertencia
Es posible que nuestros ataques de ira se produzcan sin que nos demos cuenta. Pero junto con la ira aparecen una serie
de cambios físicos o señales que nos avisarán y nos permitirán tomar medidas para controlar nuestra emoción antes de
que se vuelva incontrolable. Estas señales son las siguientes:

  1. Apretamos nuestras manos o nuestra mandíbula inconscientemente.
  2. Podemos tener dificultad para concentrarnos.
  3. Dolor de cabeza
  4. Nerviosismo o agitación
  5. Respiramos más rápido
  6. Sensación un nudo en el estómago
  7. Sudor o enrojecimiento
  8. Taquicardia
  9. Tensión en la parte de los hombros

Cómo controlar la ira dependerá en gran medida de identificar estos signos y los patrones de pensamiento negativos
que desencadenan esta emoción. Es posible que pensemos que los factores externos (como las acciones de otras personas
o las situaciones frustrantes) son los causantes de nuestra ira, pero los problemas tienen poca relación con nuestra
ira. Es más bien cómo interpretamos y pensamos sobre lo que nos sucedió, lo que nos causa la emoción.
Una vez sepamos reconocer las señales de advertencia de que aparece la rabia, el proceso sobre cómo controlarla será
más sencillo. ¿La razón? Es simple; podremos tomar medidas rápidas para lidiar con nuestra ira antes de que
explotemos.
Hay muchas técnicas que pueden ayudarnos a encontrar la calma y controlar la ira, como por ejemplo:

  • Concentrarse en las sensaciones físicas de la ira
  • Contar lentamente hasta diez
  • Hacer ejercicio físico
  • Practicar la meditación
  • Respirar profundamente
  • Relajar o masajear las zonas de tensión

Pero el método más eficaz cuando empecemos a enfadarnos por algo es reflexionar sobre lo que pensamos ante la
situación y preguntarnos:

  • ¿Qué importancia tiene en mi vida este suceso?
  • ¿Realmente merece la pena enfadarse por esto?
  • ¿Compensa que me fastidie el resto del día?
  • ¿Mi respuesta es adecuada ante esta situación?
  • ¿Hay algo que pueda hacer al respecto?
  • ¿Esta acción compensa mi tiempo perdido?

Encontrar formas más saludables de expresar la emoción

Si decidimos que lo mejor es enfadarnos, incluso hay algo que podemos hacer para mejorar la situación: la clave es
expresar la ira de manera saludable. Lograrlo implicado comunicar nuestra molestia con respeto para canalizarla de
manera eficaz. La ira de hecho puede ser un catalizador de energía e inspiración para abrir paso al cambio.
La forma en que respondamos a las disputas y desacuerdos, tanto en casa como en el trabajo, puede crear una hostilidad
y rupturas irreparables, o peor, generar inseguridad y desconfianza en nosotros mismos. Aprender cómo controlar la ira
supone resolver los conflictos de manera positiva con el fin de ayudarnos a fortalecer nuestras relaciones y sentir
bienestar mental y emocional.

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